miércoles, 14 de abril de 2010

18.- SAN GIL


Torre de S. Gil, de José Luis Asencio Padilla


LA TORRE DE SAN GIL


La elegancia se hizo torre
a la vera
de la iglesia de San Gil;
en la plata
de sus ondas el Genil
con trazos de campo y cielo
bordó tu imagen naranja.
Palmera esbelta y sutil
tenue flecha
que bebes blancos y azul
del infinito sedienta.
Estructura
de leves masas prismáticas
más ligeras a medida
que del suelo te levantas,
hasta que al fin sin materia
impalpable, transparente,
hacia Dios
con más ímpetu te lanzas.
El folklore
de moriscas yeserías,
ladrillos anaranjados
amasados
con fervor y agua bendita
de tu río,
transformados
ante tu Cristo inefable
en vertical oración;
tras de ti sube hasta el cielo
en verde de tus campanas
su canción.

Tomás Beviá Aranda



Cristo de la Salud, de José Luis Jiménez Sánchez-Malo.


AL CRISTO DE SAN GIL (“LA SALUD”)

En el Alto Picadero
al llegar Semana Santa,
estando en su estrecha plaza
se está más cerca del Cielo.

Por las puertas de San Gil
aparece el Cristo bueno
que, clavado en el madero,
se refleja en el Genil;
y yo, que lo veo venir
entre cientos de “rebotos”,
admiro en su bello rostro
esa forma de morir.

Ocupando las esquinas,
los ecijanos se aprietan;
uno canta una saeta
y ni la brisa respira.

En el balcón, las macetas
parece que hasta se asoman;
y en su vuelo, la paloma
se encarama en la veleta.

Cristo viene coronado
por un tormento de espinas
y la gente se le arrima
con los ojos espantados.

Más la espina del tormento
en esa frente divina,
se convierte en flor bendita,
por ser suyo el sufrimiento.

Con Él sufre el nazareno
que, debajo del capillo,
sueña duelos de chiquillos
vestidos de terciopelo;
y debajo, el costalero,
que ¡cómo mece a la Virgen
cuando llega a Caballeros!.

Y en este terrible duelo
(duelo grande y duelo amargo),
desde los Balcones Largos
quieren sumarse al cortejo,
con las piedras de la calle,
el dolor de cada sueño:
desde el pequeño detalle
de un rebate o un zaguán,
a la torre de San Juan,
filigrana de azulejos.

Luz de luces, luces, luces...
hileras largas de luz
que alumbran a la Salud
en la sombra de las cruces.

Yo voy a sus pies rezando
mirándolo a contraluz;
y Él, desde su inmensa Cruz,
viene a morir perdonando.

Écija sabe querer
con la pasión desbordada
y su Alma está entregada,
en este hondo sentir,
al Cristo que está en San Gil,
por Amor, en el madero;
que estando clavado allí
el Cristo más milagrero,
Él nos muestra ese Sendero
de su Santa Voluntad,
y después, en su Piedad,
siempre atiende nuestro ruego.

Écija lo quiso así:
a la orilla del Genil,
cuando pasa por mi Pueblo,
es el Cristo en la Salud,
el Faro que da la Luz
desde el Alto Picadero.


Francisco J. Fernández-Pro Ledesma


S. Gil, de José Luis Jiménez Sánchez-Malo

LA TORRE Y EL RÍO

Torre de San Gil graciosa,
la mejor de tus hermanas,
la más esbelta y bonita
de las torres ecijanas.

Cuando elevas hasta el cielo,
tu bendita cruz de plata,
tus campanillas de bronce,
entonan una plegaria.

Campanas maravillosas
de ronco y alegre son,
que desde siglos remotos,
tocáis a Gloria y a Dios.

Cuando aparece la luna
detrás de tus balconajes
viene vestida de fuego
“pa” rendirte vasallaje.

¡Cómo sonríe la torre
al verse tan codiciada,
por la lunita lunera,
que de ella está enamorada!

Cuando se mira tan guapa,
nuestra torre de San Gil,
se mira la coquetona,
en las aguas del Genil.


Mayestática figura
que rompe el celaje azul,
eterna y fiel centinela
del Cristo de la salud.

José Martín Jiménez



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